[Acerca
del Diezmar]
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Grupo
de Estudios en Kailua, año 1955 .....Joel S. Goldsmith....116B
© Nuestra Relación con Dios, y con Unos y Otros
[Extracto]
Bien,
la semana pasada tuve la oportunidad de escribir una carta sobre
el tema del diezmo alguien preguntaba mi opinión acerca
del diezmar. Yo tengo un hermoso pensamiento acerca del diezmo,
pero rara vez lo expreso, porque fácilmente puede ser mal
interpretado. Por lo regular, el diezmar tiene como objetivo el
beneficio personal o el de la iglesia. Y por esa razón es que
raras veces hablo de ello pero aquí y ahora, puedo
hacerlo.
El
diezmar constituye una tremenda bendición, cuando es puro
cuando constituye un donativo, entonces no importa si se trata
del diez, del cinco, o del veinte por ciento. Cuando implica una
dádiva espontánea sin el menor rastro de obtener algo a cambio;
cuando implica una gratitud pura, entonces el diezmar, bueno,
entonces ahí, de nuevo tendríamos cómo, los justos, jamás han
tenido que pedir pan. Nadie que diezme puede
experimentar carencias. Sin embargo, debiera tenerse cuidado con
eso; porque la Verdad constituye una espada de dos filos, y es
capaz de cortar tanto la propia garganta como la de otro. Así
pues, cuando el diezmar se hace con cualquier intención de que
tiene que haber una recompensa, respuesta o retorno, entonces el
diezmar se convierte en pecado; se convierte en un negocio. Pero
el diezmar desde el punto de vista de la gratitud por las
bendiciones ya recibidas; cuando el diezmar nada tiene que
ver con el pasado ni con el futuro, entonces constituye una
bendición.
Ahora
bien, el principio del diezmo constituye, exactamente, el
principio de The Infinite Way ®(El Camino Infinito ®). Cuando
damos desde el Centro de nuestro ser no para que se nos
devuelva sino con la idea de que, puesto que somos
infinitos, tenemos mucho para compartir ya sea servicio,
dinero, consideración o perdón en tanto fluya sin
sentido alguno de que nos sea devuelto.
Ah,
pero ahora, demos el siguiente y estremecedor paso. Esto
constituye la verdad acerca de la oración. Cualquier
oración que contenga dentro de sí una sola huella del deseo de
recibir algo, de conseguir algo, de lograr algo, de Dios,
deja de ser oración. Contamos con la antigua palabra
"apresar" en lugar de "orar" [prey
y pray, en inglés]. ¿Está claro?
Resulta
impactante cuando uno se da cuenta que todo el sentido de la
oración común no es más que realmente pecado, en lugar de
bendición. Verdaderamente acarrea la ira de Dios sobre aquel que
ora, en lugar de Su bendición. Ninguna oración debiera contener
en ella, el menor elemento de deseo para que el bien
sea recibido. Bueno es estar consciente de esto. Sí; sí;
porque la infinidad del bien, ya está donde
estamos. El Reino de Dios, está dentro de mí; y la oración,
conlleva el propósito legítimo de dicho bien, reconocido
conscientemente, y demostrado. No consiguiendo el
bien, sino liberando el bien. Ése, es el objetivo de la
oración: que podamos abrirnos para permitir que el bien
fluya desde dentro de nuestro Ser.
Entonces,
cuando la oración es entendida como la oportunidad para permitir
el flujo, en lugar de una oportunidad para añadirnos
algo, entonces la oración se acerca a su elemento superior.
Dense cuenta que la naturaleza del clímax de la oración es, en
primer lugar, la comunión. La comunión, justo en el mismo
sentido como cuando podemos sentarnos aquí juntos por una, dos o
seis horas; o cuando podemos ir a la playa con una cesta para el
almuerzo. Sin ningún interés; tan solo para sentarnos y
convivir; para disfrutar de la compañía los unos, de los otros.
Ése, es un verdadero nivel de oración la comunión con
Dios. No para conseguir algo de Dios; ciertamente no para darle
algo a Dios; mucho menos para iluminar a Dios; y tampoco para
influir en Dios simplemente, por el
gozo de estar juntos.